ENTRADAS

Antecamarín

Tras subir una escalera de cuatro tramos, se llega a la tribuna del presbiterio, donde resaltan los entrepaños de cerámica sevillana divididos por pilastras de jaspe rosa de la Sierra de Cabra y mármol negro de Sierra Nevada. El antecamarín está adornado por zócalos de plinto rosa y pardo, enchapados de jaspe y mármol con relieves de bronce dorado; antesala de la solemnidad del camarín.

Camarín

Nos adentramos en una estancia que impresiona por sus tonos dorados y sus barrocas formas cargadas con una decoración que envuelve el trono en el que se alzan las reliquias de San Juan de Dios.

El nacimiento y la muerte están representados en la soberbia urna que custodia sus restos. En los cuatro frentes de dicha Urna se encuentran cuatro medallones en los que se representan las imágenes del nacimiento del Santo Padre: la forma del hábito que le dio el Obispo de Tuy, Sebastián Ramírez de Fuenleal; el momento en el que el Santo lavó los pies de Cristo en traje de pobre, y la caída de la yegua y el consuelo que recibió de la Virgen María.

Dentro de la urna hay un pequeño cofre de madera forrado por dentro y por fuera en damasco carmesí, donde se guardan las sagradas reliquias envueltas en ricos encajes bordados. El conjunto de la sala conjuga armónicamente multitud de espejos y relicarios que suman un total de ciento noventa. Entre estas reliquias destacan el crucifijo que San Juan de Dios sostuvo en sus manos al morir, el Lignum crucis (la cruz de Cristo), una corona de espinas que fue ceñida a sus sienes tras la flagelación y un diente de San Lorenzo. Tras la urna, destaca la Inmaculada del siglo XVIII de Vera Moreno, con unas facciones delicadas que enfatizan la dulzura del rostro de María.

Postcamarín

En la sala contigua al camarín destacan los lienzos de la Visitación y Asunción de Nuestra Señora, de Sánchez Sarabia, la Piedad de Francisco de Lendines y la Aparición de María a San Juan de Dios entregándole al Niño Jesús en Guadalupe. En la cómoda charolada con relieves chinescos se conservan

ornamentos del siglo XVIII y, sobre ella, se puede contemplar una imagen del santo, tallada por Bernardo de Mora. Merece una mención especial el lienzo de San Juan Bautista atribuido a Tiziano y el Cristo de Marfil con cruz de caoba, realizado en el siglo XVI.